martes, 20 de mayo de 2014

14.- EDIFICIO NEOISLÁMICO – Cartagena



Fotografía: Laboratorios Abellán (Archivo Guillermo Cegarra)

Cuando uno cree que ya no hay nada nuevo que investigar, y que todo lo interesante que se construyó entre finales del siglo XIX y principios del XIX está más que descubierto, siempre aparece, normalmente en alguna fotografía antigua, algo nuevo que te perturba y te hace cuestionar todo, y preguntarte cuantas maravillas destruidas en las décadas de los sesenta y setenta se habrán perdido para siempre de nuestra memoria colectiva.

Si en la entrada anterior de este blog aparecía un exótico y desconocido chalet, en esta es un edificio también exótico, el que se asoma desde el pasado, reclamando su pequeño hueco en la historia cartagenera.

El otro día, en un viejo álbum de fotografías de Cartagena, descubrí esta pequeña imagen firmada por los Laboratorios Abellán de esta ciudad, que nos ha dejado perplejos por dos motivos. En primer lugar, porque no teníamos ninguna constancia de que hubiese existido, y en segundo, por su localización, pues ninguno de los expertos investigadores cartageneros han sido capaces de ubicarla en rincón alguno de la ciudad. Tal vez pudo estar en algún lugar del desaparecido Barrio de Pescadores (donde hoy se exhibe el Teatro romano), o en la también desaparecida Plaza de la Aurora, en El Molinete. Otra posibilidad es que estuviera en la pequeña Plaza del Par, junto a la Calle Real, donde hoy en día ya no queda ningún edificio antiguo. 

El edificio de tres plantas y articulado en tres ejes, con la entrada en la parte central, es sumamente singular. Llama especialmente la atención la fachada de estilo neoárabe, totalmente horadada por grandes vanos en forma de arco de herradura de reducida luz que, aunque no podemos apreciar con claridad, bien podrían corresponder a un pórtico de entrada, en la planta baja y sendas galerías en primer y segundo piso. 

Los vanos están separados por molduras continuas, posiblemente columnas, que marcan la verticalidad de la fachada, que a su vez es contrarrestada por los antepechos frisos y molduras horizontales. Esta marcada división de espacios imprime fuerza y presencia al edificio. 

Los arcos, con rosca de ladrillo, se apoyan en columnillas, posiblemente nazaríes. Los alfices y antepechos parecen decorados profusamente con trencadís y azulejos, lo que nos remite inmediatamente al arquitecto Víctor Beltrí en su época más orientalista, que pudo diseñarlo probablemente durante la segunda década del siglo pasado. 
 

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